- 3 -

 "Una canción, un castillo y un primer beso"


Las personas cosistas según leí por ahí, son aquellas que guardan cosas. Objetos que para ellos tienen algún tipo de valor, no tanto económico, si no más bien afectivo. Todos y cada uno de mis años de vida a partir de la pre adolescencia he guardado, por lo que podría llegar a auto definirme como una mini cosista. Mini por que mis tesoros son pequeños, tanto que casi no ocupan lugar, tanto que se podrían reducir a una caja. No están todos juntos ni viajan conmigo como un cofre que tiene mis memorias, por el contrario, están mezclados con el resto de mi vida, es así como consigo sorprenderme cuando tras varios años de extravío, aparece algo maravilloso que me transporta en el tiempo hacia algún lugar que  por alguna razón, ha sido especial e inolvidable. 
Por estos días le he regalado tiempo a mis discos, he estado acomodando un poco toda esa música que se ha ido acumulando y que a veces me cuesta encontrar, lamentablemente ella también es víctima de mi desorden. Hoy además de hermosas melodías traje hasta la mesa una gran carpeta llena de hojas que he ido armando todos estos años. Son letras de canciones que he comenzado  a copiar con el hermoso método Play/Pausa allá por los 90, algunas regaladas por amigos y las más actuales impresas en el kiosco de la otra cuadra.
Con la mirada hundida en el monitor, el mate bien cerquita y el volumen un poco excedido comencé a pasar lentamente las hojas de esta vieja carpeta, sin darle mucha importancia, sin saber bien con que fin la tengo a mi lado. Y es ahí, en ese preciso momento cuando sucede la magia.
Un papel muy marrón, muy áspero y muy doblado aparece de entre las demás hojas. Lo miro y sonrío, se que hace muchos años está allí, se lo que es y también, se que lo había olvidado. Tomo el viejo papel, lo miro como si hubiera encontrado un envase lleno de amor. De esos que justamente, no se pueden comprar en el supermercado. Tras un rato bien largo de búsqueda, logro hallar esa canción, suspiro profundamente y cierro los ojos:

"La luz de la tarde entra por la puerta del frente, la radio está encendida como todos los días. Estoy sola en el living de mi casa, los demás están ocupados en sus tareas y yo, aunque nadie lo sospeche, también. Pronto voy a acabar la escuela primaria, tengo muchos amigos, tengo muchos sueños, tengo una gran sonrisa y desbordo energía y buena salud. Me siento feliz  y  también por primera vez escondo un secreto de los adultos, por primera vez sonrío hacia adentro como sabiendo algo que ellos no entenderían. El secreto tiene un nombre, tiene además un hermoso cabello rojizo y para rematar, tiene una hermosa sonrisa. Él es amigo de mi amigo, es el primer chico que me gusta y es para mí, lo que aun no entendía, el primer amor de mi vida. Para mi felicidad, me han contado que mi amor es correspondido y que pronto tendré noticias suyas. Cuantos nervios.
De pronto sucede lo que estaba esperando, en la radio anuncian mi nombre, he sido avisada, de que efectivamente esa chica a la que nombran soy yo. Nunca me habían dedicado una canción públicamente en la radio, y no es cualquiera, es una de amor. Quien la dedica es ese que hoy me hace sonrojar, ese que por primera vez, me hace sentir mariposas en la panza.
Finalmente, después de muchas tardes de charlas en la vereda de casa, después de muchos asaltos compartiendo el lento del final, él me hace la gran pregunta. Tengo muchos nervios, estoy en su casa, ha estado enfermo y vine a visitarlo con los amigos que tenemos en común. Sospechaba que algo estaría por pasar, pues cuando entré, sus hermanos mayores me saludaron con especial cuidado, diferenciandome bien del resto de las chicas. Nos vamos a una plaza y él toma la posta, me dice que quiere hablarme de algo, pero tiene que ser a solas. Más nervios.
Subimos al castillo tobogán y, tras confesarme todo su amor y confirmar que era mutuo, apoya sus labios con los míos. Sospecho que las mariposas inundaron toda la plaza aquella tarde".

Si algunas personas que hace varios años no veo leyeran esto, supongo que tendrían un recuerdo muy parecido al mío. Me refiero a los amigos de aquellos años y en aquella ciudad que ya no es la mía, donde aun existe un castillo gris que por lo que tengo entendido, aunque fue mi lugar mágico, ha sido  lo mismo para demasiadas personas, pero no pinchemos esta burbuja. Pienso también en los cassettes, en los 'asaltos' (levante la mano el que no sabe lo que es) y en los jardineros de jean que aun adoro.
Noto que el mate se enfrió por completo y una misma canción ha sonado demasiadas veces sin parar ni un segundo. Me fui por unos minutos hacia allí, hacia el recuerdo del primer amor, del primer beso y de lo que sería más adelante, el primer adiós. Tal vez no sabía eso mientras lo vivía, tal vez no fui consciente y me alegro de que así sea.
Estoy en condiciones de confirmar que ser cosista tiene algunas cosas buenas, por que no se trata tan solo de acumular objetos innecesarios y ocupar espacios materiales. En mi caso particular, se trata de acumular pequeñas hojas como esta, que ocupan un lugar espiritual en el alma y están guardadas en algún pequeño cajón de la memoria del corazón.






- 2 -

"El volante del colorado"

Hay objetos que están en nuestras vidas desde que nacimos, y que forman parte de las vidas de nuestros seres cercanos desde hace mucho más tiempo que nosotros. Por lo que a pesar de ser objetos, ocupan un lugar importante y hasta se habla de ellos como si fueran un miembro más de la familia, se los apoda y se pregunta por ellos. Hay objetos a los que personalizamos.

Ese es el caso del auto de mi vieja. Que a pesar de mostrar arrugas, canas y ya muy poca energía continua formando parte. Lo que me resulta bastante impresionante, teniendo en cuenta que llegó antes que yo hasta su hogar.
Lo que a veces no notamos es que pasamos muchas horas de nuestras vidas rodeados de objetos a los que con el paso de los años les tomamos cariño. A veces sentimos como que son algo de lo que no podemos desprendernos, y creo que eso es lo que sucedió en este caso.
Un solo dueño había tenido hasta que llegó a su dueña más aguerrida, es decir mi madre. Y ahí quedó, pausado en el tiempo, detenido para siempre en un mismo lugar.
Tiene nombre: 'el colorado'. Aunque su chapa, por lugares brillosa todavía, por lugares opaca, por lugares picada y por lugares desaparecida sea más bien de un color bordo. Mi vieja repite siempre la misma frase cuando de él se habla: "nunca me dejo en la calle por que es fuerte", y eso creo que representa en síntesis el porque de su estadía continua y sin partida en el garaje de casa.
Yo desconozco cuanto tiempo lleva junto a su ama y señora, pero creo que más o menos 30 o 31 años. Y eso es una vida entera y más larga que la mía.
'El colorado' es un Ford de luxe falcon no se exactamente el modelo, 1973 o 74 si mal no recuerdo. Y es el auto que jamás me enseñaron a manejar, por que tiene la palanca al volante, por que es muy duro, por que gasta mucho, por que es demasiado grande, o por que fui conciente de que su dueña lo quiere solo para ella y aun teniendo grandes y enormes conocimientos (no es mi caso) de manejo, nunca jamás me hubiera dado las llaves para moverlo de su lugar.
No creo que haya recorrido grandes distancias, pero estoy segura y soy testigo de que ha viajado mucho, por los cortos caminos rurales que unen mi ciudad con los pueblos en donde nacieron mis viejos, a los campos donde trabajaron, alguna que otra vez a la playa y siempre a donde lo lleven sin 'dejarnos en la calle'.
Me arriesgo a decir que es el único testigo de la mayoría de las cosas que han acontecido en mi familia a lo largo de tanto tiempo. Ha dormido a la intemperie en los veranos, en los inviernos, le ha caído nieve y lo ha secado el sol, pero aun continua en su lugar. Todavía sigue siendo imposible para mí que escucho rugir su motor cuando de paseo voy por aquellos pagos escucho desde la cocina como mi vieja lo acelera en el garaje.
Es impresionante la cantidad de recuerdos que tengo en ese auto, 'el colorado', y hoy no se por que lo recordé, miré una foto suya y me puse nostálgica de aquellos años infantiles cuando viajaba con mi vieja. Solas, cantando, dueñas del polvoriento camino, se sus asientos enteros de cuerina negra en los que tantas veces dormí de vuelta hacia casa.
Como dije al principio, hay objetos de los que no podremos olvidarnos jamás, por que nos acompañaron mucho, por que hablamos de ellos, por que son místicos o desconocidos, como lo es este inmanejable auto para mí.
Cuando muchos momentos han ocurrido en un mismo lugar, con tan solo recordar ese lugar estamos yendo de viaje con nuestras memorias al pasado, a los momentos felices que no van a volver, pero que es bueno recordar.
Seis lugares tiene en sus dos enteros asientos, seis integrantes supimos ser en la familia. Y al verlo hoy tan vacío parece que lo desconozco. De la panza al moisés, a la infancia y la adultés, siempre el mismo auto en la familia. Hace dos años que no me subo en él, hoy lo recordé y me puse nostálgica. Por que los años pasaron para él, los años pasaron para todos.

- 1 -

Ya hace 27 años que vivo dentro de mí. Todavía no he encontrado el sentido de la vida. He oído muchas veces a varias personas decirme eso: "Tenés que encontrar el sentido". Para mí los sentidos son cinco y algún que otro sexto perdido por ahí adentro. La edad no es algo que me preocupe, estando conciente de que el tiempo es relativo al provecho que cada uno le de, me reconozco perdedora de tiempos, y ganadora de otras cosas.
Acá estoy volviendo a empezar, este post no tiene ningún sentido, es más bien un 'romper la cáscara' para empezar a buscar, a nadar en este jugo ágrio los más dulces recuerdos que en mi memoria son importantes por algo. Una introspección a mí, a este limón verde amarillo.
No quisiera extenderme, pero como evitarlo, las letras se me escapan y continuo escribiendo sin pensar demasiado en ello.